martes, 9 de diciembre de 2008

Las horas suenan más lento pero no más fuerte. Los murmullos de mi amante penetran en mi húmedo ser, calcinado por un viejo fuego. La vida me demuestra una vez más que el destino existe, que la suerte no es otra sino ésta realidad en la que vivo, sucia, solitaria...

Todo termina siempre igual: con una explosión de blancos sentimientos vacíos que se depositan en los pétalos rosados de la amargura, los hijos fallidos de los amores de ocasión.


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